El colegio se emplaza hacia el norte respetando la altura de los techos vecinos y su contexto, las fachadas oriente y poniente se abren y modulan respetando el ritmo de la tipología de la arquitectura local.

El proyecto reinterpreta la continuidad de las fachadas a través de una secuencia de muros que generan una apertura desde el patio central hacia el exterior, reconociendo el paisaje inmediato. Esta modulación en doble altura, genera una lectura nueva de las escala del lugar transformando al colegio como un hito relevante en placilla. Rescatando las techumbres típicas de la planilla, se propone una gran techo que a modo de manto configura los accesos y circulaciones que recorren el patio central. El colegio aparece en el paisaje lejano a través del manto que rescata el rojo de las techumbres tradicionales de planilla, con su color rojo, con el cual se destacan los elementos valiosos del proyecto: la torre de agua y la rampa que acompaña a la torre en su recorrido hasta segundo nivel.